El Mar y Yo

Toda mi vida ha estado vinculada al mar, en todas sus formas, especialmente en la captura y en la venta. Hasta terminada mi adolescencia he estado siempre rodeada del bullicio de las lonjas y del mercado del pescado en mi Bueu natal, Marín, Portonovo y Vigo.

Mi familia, y hasta cuatro generaciones atrás, siempre ha vivido del mar.

Mi madre siempre cuenta, que la necesidad, la obligó a llevarme con ella a la plaza con tan sólo cuatro días y que tranquila y permanecí a su lado mientras ella vendía el pescado que compraba en el Puerto de Marín y el que mi padre capturaba cada día.

Tengo muchos recuerdos vinculados a la Plaza de Bueu y a su lonja, cuando todavía existía el antiguo edificio, recuerdo los olores del marisco vivo, los colores del pescado todavía temblando en las cajas que portaban los marineros que llegaban totalmente extenuados, empapados hasta el alma y encogidos de frío. Las subastas de por la tarde de la apreciada vieira. De los cajones de pulpo que venían suspendidos de un remo portado a los hombros de los marineros.

Recuerdo jugar en la "Gamela" o barca de piedra que había entre el mercado del pescado y la lonja de pescado ( y de la cual existe una réplica en la nueva plaza), a las señoras que traían las verduras que ellas mismas habían cultivado, a las que vendían quesos elaborados como toda la vida, las que vendían licores y huevos de casa de gallinas camperas. Recuerdo al hombre que arreglaba las cestas sentado en las escaleras de la plaza donde mi abuela Amelia vendía las sardinas que pescaba mi abuelo Samuel.

Hablar de mar y pesca es hablar de recuerdos, que no cesan en mi cabeza. Tardes en las que no había lugar para juegos por que había que ayudar a tu padre, a subir "las piezas" o "los trasmallos" para limpiarlos. Había que llevar las cajas de pescado a rebosar a la plaza para que mi madre las vendiese, mientras las clientes se agolpaban para conocer el precio de las pescadillas de la ría, de los salmonetes y de los abadejos. Señoras que a pesar de ver el pescado sacudiéndose, abriendo la boca en busca del último aliento preguntaban si estaba fresco.

Tardes en las que mientras mi madre acudía a la subasta, yo corría por la planta superior de la plaza dónde las carnicerías tradicionales, convivían con las tiendas de ultramarinos y las fruterías.

Recuerdo, a las ataderas en el muelle con las redes al sol. Los días que llovían se resguardaban debajo de los carros de las redes...atando sin parar que para éstas pronto volviesen al mar.

Y los recuerdos, también me llevan a Matosinhos (Oporto-Portugal), a la falda de mi abuela y de mi tía abuela, falda que sujetaba con fuerza para no quedarme atrás mientras ellas llevaban su cesta en la cabeza, caminando kilómetros desde "O Cais" de Matosinhos y hasta el peculiar mercado, un recinto amurallado, con suelo de polvo y tierra, dónde se amontonaban las "regateiras" gritando: "peixe...peixe vivo", dónde rezaba para que mi abuela Mª Alicia vendiese y pudiese comprarme la muñeca que un gitano vendía frente a ella.

A modo de juego, yo también gritaba, provocando risas de clientas y vendedoras, que consideraban gracioso ver a una niña tan pequeña, jugando a ser peixeira.

Cuando crecí, también quise ser la primera mujer marinero, deseo que mi padre frustró por considerar que el mar era exclusivamente "cosa de hombres".Y a pesar que obtuve su reconocimiento como "buen marinero" y el de algún patrón más, nunca permitió que me enrrolara. Años más tarde me remitió un recorte de prensa dónde se publicaba que la primera mujer marinero de Galicia estaba en Bueu, enrrolada en el barco de mi tío.

En el mar, descubrí, su belleza, su bondad, su generosidad. El mar nos regalaba lo mejor de si mismo, para que nosotros fuésemos más felices, pero también a veces, se enfadaba, nos atemorizaba, lanzando la pequeña embarcación de mi padre por el aire.

 Y el mar, a veces, se convertía en un ser cruel, tragándose la vida de mucha gente conocida, devolviendo sus cuerpos para que sus viudas y sus hijos pudiesen llorarlos en una tumba.

Mi infancia siempre estuvo unida a las conchas, al descubrimientos de peces atrapados en "O Penedo" de La Banda del Río, al lanzamiento de barcos de corcho desde el río, para salir corriendo hacia la playa para ver llegar el pequeño navío desembarcar en el mar. Vinculada de por siempre a los juegos en los que vendía mis juguetes sobre cajas de madera de fruta, en el portal de mi casa.

Y aunque yo no lo sabía, forjé un vinculo con el mar que perdura, un lazo invisible, que me ha unido a él independientemente de mi destino, que un día me separó del mar y que hoy me trae de nuevo a él, antes en las Rías Baixas y hoy en las Rías Altas.

Un vínculo que cada cliente de La Sirena de Sálvora, si lo desea,  irá descubriendo día a día.

opiniones de hoteles

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Permitame Uds. que le diga que de forma repititiva repite una y otra vez "el mar...".
Si realmente es Ud. quien dice que es, sabrá que la gente de LA MAR la nombramos siempre en FEMENINO. No creo que sea el lugar ni el momento de explicarle del porqué los profesionales utilizamos el género femenino, pero yo en su lugar, rectificaría los textos.
Atentamente
32593740

Entradas populares de este blog

Arroz de camarones